TODO CAMBIA ...

martedì 1 gennaio 2019

La historia de la revolución iba contada para sacar a la luz las gestas de esos personajes.

Pero las sospresas parecían no acabarse.  Yara sacó una foto, decidida a mostrármela.  Era una foto muy arruinada y sujeta con cinta adhesiva.  La apoyó sobre la mesa, cerca del cenicero lleno de colillas y de la botella de ron vacía.  Era la foto de un presagio, tal vez anticipando con el pensamiento lo que habría sucedido, una manera de contar otra realidad.  Y era solo un lejano recuerdo de un sueño que se había concretizado, a pesar de todo.
La imágen retrataba algunos rebeldes con las barbas y los uniformes de los castristas que rodeaban a una mujer, delgada, con cabellos cortos y abundantes y la mirada encendida por el brillo de la visión del futuro.
“No me cuesta reconocerla” – dije, mientras Yara se limitó a mirarla un rato para luego agregar:  “El hombre a mi derecha, sonriente es Manuel Fangio.  Fue hecha por Man, el día después del rapto”.  Luego la puso en el sobre con todas las otras.
“¿No era la fotografía que buscabas?” – me preguntó Man.
No respondí.  ¿Qué cosa buscaba en realidad?  ¿Un mundo menos corrupto?  ¿Una vida digna de ser vivida? Sueños me dije a mí mismo mientras los ojos se me empañaron de lágrimas.
“El sol” – agregué como para esconder la debilidad de un momento, fijando luego la mirada a los papeles.  ¿De veras era tan importante?
Man parecía leerme en la mente, asintiendo en continuación.
La historia de la familia Díaz, cambiada en Gutiérrez, era de relatar.  Y con ella el juego de máscaras, los odios, las revanchas, el poder, los abusos contra muchos para el privilegio de pocos.  La historia iba contada para sacar a la luz las gestas de esos personajes.  Seguramente para recordar los acontecimientos de un pueblo indómito y las revoluciones que habían atravesado un siglo.  Tal vez, valía la pena de servirse para poner las cosas en su lugar.  Para volver a dar dignidad a esa parte de mundo que combate en silencio, que sufre, con la sola compañía de la esperanza de una vida diferente. Tenía razón Yara:  la revolución había sido un viento capaz de dar esperanzas.  Y ellos, los Díaz convertidos en Gutiérrez, habían sido un viento antes del viento, capaces, cada uno en el propio tiempo, de encender esperanzas para una multitud de personas.
Ermanno me miraba con intensidad, difícil establecer que cosa le pasaba por la mente.  Luego agregó:  “en el caso de que te quedaras sin trabajo, podrás siempre hacer el historiador”.
“Creo de haber aprendido algo – dije mirando las fotos – todos juntos podemos cambiar las cosas, pero hay que empezar desde abajo, cada uno con su propio empuje ...”
“Es una buena idea:  mirar adelante e inventar nuevas revoluciones”.
Es inútil decir que aquella historia me había involucrado; abracé largo y con fuerza esas dos personas que habían vivido mucho más que una aventura: una revolución.


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