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venerdì 1 marzo 2019

Los lugares de los Gutierrez: Yara


La muchacha no tenía aún treinta años.  Llevaba un vestido de lino rojo que diseñaba su cuerpo con garbo.  Su mirada, perdida en el aire que olía a riqueza, mostraba una expresión incierta, como si estuviera a punto de sonreír y luego hubiera cambiado  idea. Los cabellos eran muy cortos y tenían una tonalidad particular.  Acostumbrado a buscar la luz y los matices en cada cosa, los habría definido casi amarillos, aún más que rubios y, las pestañas largas exaltaban la luz de sus ojos.  Ningún engaño puede competir con la simple evidencia de sus hombros derechos, del diseño armonioso de una bella espalda y de un seno exhuberante y provocante, como dos montañas que desafían a un conquistador. A pesar del maquillaje, de las pupilas partía una mirada ingenua, delicada y esto acentuaba la espontaneidad de su rostro.  La forma de los ojos dejaba en el aire un sabor de tierras árticas y los labios bien diseñados contribuían a marcar antiguos rasgos de las estepas.  La pertenencia a un mundo lejano encontraba confirmación en la cándida piel y en la curva delicada de la quijada.
Pero la mirada, los ojos, el iris azul me impactaron más que otra cosa, y por largo rato la miré, sin lograr apartar mi vista, intuyendo que Yara Gutiérrez vencía, en belleza, a todas las otras mujeres, sonriendo a momentos, casi como queriendo disculparse públicamente por ser tan bella y tan increíblemente atractiva.  Cualquiera, mirándola, habría imaginado que era una mujer sofisticada y segura de sí misma tanto en el plano personal como en aquel social.  Era su historia a hablar por ella,  su modo de moverse y mirar, de gustarse el mundo.  Sólo en los días siguientes, después de haber revelado las fotos de la noche, me di cuenta de que su particularidad estaba en la capacidad de encantar al interlocutor.  De aquellos ojos se generaba una luz, un reflejo que mostraba una fuerza escondida, profunda hasta hacerla parecer disminuída por fuerza en su personaje de mujer rica e importante.  Ojos capaces de iluminar el mundo alrededor y las personas que lo frecuentaban.  Tal vez para advertirles de lo que habría sucedido de allí a pocos meses.  Ojos capaces de mostrar un mundo que vivía en la penumbra de fatigas lejanas.  Entender qué cosa escondían aquellos ojos habría sido imposible, pensé mirando mis fotografías.  ¿Pasión? ¿Rabia? ¿O un secreto de mantener escondido?  Pero el hecho que Yara Gutiérrez no tuviera familiaridad con aquel ambiente, me conmovió dejándome imaginar un mundo diferente y posible.


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