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giovedì 18 aprile 2019

Los lugares de los Gutierrez: La Habana, la fuente de la India


Estaba esperando a Yara delande de la estatua Fuente de la India desde hacía un cuarto de hora.  La ví llegar.  Vestía pantalones y chaqueta de lino blanco.  Las grandes gafas de sol le escondían el rostro pero la sensualidad quedaba inalterada.
Bajé de la Ford y le abrí la puerta.
“¿Me perdonas por el atraso?” – preguntó con aire culpable.
La ayudé a subir y agregué:  “Si no te molesta podemos abrir la capota”.
“Me parece una buena idea” – respondió.
Estaba radiante.  Sentía su mirada sobre mí y esto me avergonzaba.  Ella parecía intuír mi titubeo:  “He pensado que habrías cambiado idea – dijo – sobre este encuentro”.
Con unos golpecitos arreglé la capota y volví al puesto de guía.
Hablamos como de costumbre: la vida en Cuba, la pobreza de la isla, la lejana Italia y el frío de su Invierno; era una manera para olvidar el asunto del encuentro con el comisario.
“¿Dónde vamos?” – pregunté.  Con todo lo que había pasado no había tenido tiempo para elegir un lugar.  Tenía claro que teníamos que ser prudentes.  Salía con una mujer de la alta sociedad, seguida de “paparazzi” y de agentes de los servicios secretos.  Yo venía vigilado por la Policía.  Ella, heredera de un hombre muerto en un asalto.  Las posibilidades de meterse en otros problemas crecían en forma exponencial.
Fue ella a sugerir:  “A mi lugar favorito”.
Sonreí, pensando que me estaba llevando a un lugar que para ella tenía un significado.
“¿Tú tienes un lugar particular en tu ciudad? Un lugar que tenga un valor particular único.  Un café, un mirador, una playa o una pizzería”.
Tenía una mirada de niña.  Y en fondo, pensé, a pesar de todo, lo era todavía:  “Cada uno en la vida tiene un lugar especial” – le respondí.
“Verás, te va a gustar.  Anda hacia los Almendares”
Seguí la calle que pasaba por la orilla del mar y me dirigí hacia el río.
“Pero no puedo quedarme hasta muy tarde” – agregó con una pizca de sonrisa.
“Tampoco yo.  Tengo cita con Fernández” – respondí, intuyendo en su actitud una forma de desilución parecida a la mía, que nos acercaba volviéndonos cómplices durante el tiempo breve que  pasábamos juntos.

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