Estaba
esperando a Yara delande de la estatua Fuente de la India desde hacía un cuarto
de hora. La ví llegar. Vestía pantalones y chaqueta de lino
blanco. Las grandes gafas de sol le escondían
el rostro pero la sensualidad quedaba inalterada.
Bajé de la Ford
y le abrí la puerta.
“¿Me perdonas
por el atraso?” – preguntó con aire culpable.
La ayudé a
subir y agregué: “Si no te molesta
podemos abrir la capota”.
“Me parece una
buena idea” – respondió.
Estaba
radiante. Sentía su mirada sobre mí y
esto me avergonzaba. Ella parecía intuír
mi titubeo: “He pensado que habrías
cambiado idea – dijo – sobre este encuentro”.
Con unos
golpecitos arreglé la capota y volví al puesto de guía.
Hablamos como
de costumbre: la vida en Cuba, la pobreza de la isla, la lejana Italia y el
frío de su Invierno; era una manera para olvidar el asunto del encuentro con el
comisario.
“¿Dónde
vamos?” – pregunté. Con todo lo que
había pasado no había tenido tiempo para elegir un lugar. Tenía claro que teníamos que ser
prudentes. Salía con una mujer de la
alta sociedad, seguida de “paparazzi” y de agentes de los servicios
secretos. Yo venía vigilado por la
Policía. Ella, heredera de un hombre
muerto en un asalto. Las posibilidades
de meterse en otros problemas crecían en forma exponencial.
Fue ella a
sugerir: “A mi lugar favorito”.
Sonreí,
pensando que me estaba llevando a un lugar que para ella tenía un significado.
“¿Tú tienes un
lugar particular en tu ciudad? Un lugar que tenga un valor particular único. Un café, un mirador, una playa o una pizzería”.
Tenía una
mirada de niña. Y en fondo, pensé, a
pesar de todo, lo era todavía: “Cada uno
en la vida tiene un lugar especial” – le respondí.
“Verás, te va
a gustar. Anda hacia los Almendares”
Seguí la calle
que pasaba por la orilla del mar y me dirigí hacia el río.
“Pero no puedo
quedarme hasta muy tarde” – agregó con una pizca de sonrisa.
“Tampoco
yo. Tengo cita con Fernández” –
respondí, intuyendo en su actitud una forma de desilución parecida a la mía, que
nos acercaba volviéndonos cómplices durante el tiempo breve que pasábamos juntos.
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