TODO CAMBIA ...

giovedì 28 marzo 2019

Los lugares de los Gutierrez: La Habana, hotel Nacional


En los primeros meses del año 1952 Batista, con un golpe de Estado muy bien preparado, había tomado el poder en una noche, sin disparar ni una sola bala, suspendiendo la constitución, disolviendo los partidos, prohibiendo las manifestaciones. La administración Truman se había alineado, sin reservas, al lado del dictador. El pueblo cubano, atónito, no había reaccionado, a excepción de Castro que había afirmado: “No existe nada de más amargo en el mundo que el espectáculo de un pueblo que se duerme libre y se despierta esclavo”. El mundo político y aquel de los negocios, acostumbrados a la corrupción, intuyeron que se estaba preparando un pastel aparentemente sin límites.  La apertura de los cordones de la bolsa estatal era codiciada por  muchos y, para quienes actuaban en las zonas grises del tejemaneje entre comercio, política y corrupción, colaborar con el hermano cercano a estrellas y barras no habría sido un problema. Fue en aquel período que Batista manifestó claramente su idea de sociedad y reclutó, como consejero para el juego de azar, Mayer Lansky que, cuando le  preguntaron  si hubiera estado disponible en cambio de 25.000 dólares al año, respondió:  “Cuenten conmigo”. La idea de transformar la capital cubana en una nueva Las Vegas circulaba ya desde hace tiempo entre los hombres fieles al boss Salvatore Lucania, conocido como Lucky Luciano, y la ascención del Mulato Lindo, sobrenombre dado al dictador años atrás, había resuelto buena parte de los problemas.  Luciano y Mayer Lansky,  compañeros desde cuando eran muchachos en busca de gloria, comenzaron a tejer la tela, seguros que los colegas de la cúpula norteamericana los habrían apoyado.  Así fue que desde Cleveland llegaron los viejos amigos de la banda de Mayfield Road, que con Lansky habían creado la Molaska Corporation a finales del Prohibicionismo.  Llegaron amigos desde Las Vegas.  Se agregaron los representantes del grupo de Chicago.  Cinco familias de New York, New Orleans, Buffalo, Kansas City y Pittsburgh viajaron con regularidad a La Habana, donde alrededor de las piscinas se encontraban el hebreo polaco y el siciliano, Costello o Genovese.  No podía faltar a la llamada Santo Traficante, el hombre de los ojos verdes que desde hacía tiempo se había transferido a Cuba que, a pesar de su aspecto manso, era famoso por sus actos violentos. Una reunión que había tenido un prólogo en diciembre de 1946 cuando, en el Hotel Nacional, todos los representantes de las familias se habían encontrado para una conferencia que  había pasado a la historia de la mafia.  Hombres en apariencia honestos y dedicados a los negocios, ligados por lazos inseparables, decididos a actuar el Método, como algunos llamaban al acuerdo ideado por Lansky, que consistía en el dividir en tres partes los ingresos nocturnos: un tercio para pagar los gastos de la sala, un tercio como ganancia y un tercio para girarlo  a los altos cargos judiciales y gobernativos, los que en  cambio no habrían visto lo que estaba pasando y habrían permitido a Lansky  de actuar sin problemas.  Todos reunidos alrededor de la idea de transformar La Habana en una ciudad donde no se dormía nunca, seguros de que cuando el dinero iniciaría a circular, cada uno habría tenido un pedazo de la torta. (El Viento antes del Viento)

Nessun commento:

Posta un commento